¿Por qué es importante cuestionar el mundo que te rodea?
En un mundo donde lo común es aceptar la realidad tal como se presenta, surge un poder transformador: la curiosidad. La mayoría de las personas se contentan con un entendimiento superficial de las cosas - esto es normal y, a veces, aceptable. Pero para nuestro crecimiento personal y profesional, es vital ir más allá, cuestionar y explorar.
Tomemos, como ejemplo, la televisión. Todos sabemos que muestra imágenes y emite sonidos, pero ¿cuántos de nosotros realmente comprendemos la ciencia detrás de esta "caja mágica"? Si esta tecnología se hubiera presentado hace algunos siglos, seguramente habría sido considerada brujería.
Pero, ¿cómo surgen tales maravillas de la tecnología y del conocimiento? Son frutos de la curiosidad insaciable de mentes inquietas. Desde descubrimientos que hoy consideramos 'simples', como el dominio del fuego (a través del roce entre palitos), hasta las complejidades de la electricidad, todo comienza con una pregunta.
En los primeros televisores electrónicos se utilizaba algo llamado Tubo de Rayos Catódicos (o CRT en su sigla en inglés), un haz de electrones (Feixe de elétrons em português) era disparado en el vacío desde el CRT hacia la pantalla del televisor. Cuando los electrones golpeaban la pantalla, la iluminaban. El haz de electrones se movía rápidamente de izquierda a derecha y de arriba abajo, creando así imágenes.
Mentes curiosas traen innovaciones
Me gusta mucho la frase: La curiosidad sobre la vida en todos sus aspectos es el secreto de las personas muy creativas. - (Leo Burnett)
Ahora voy a citar un pequeño fragmento de la historia de una de las personas que inventaron la televisión y que ilustra bien este punto:
Philo Farnsworth desarrolló el formato de sistema de TV que se hizo popular años más tarde. El proyecto comenzó a concebirse aún en la adolescencia del joven inventor que creció en granjas de Utah.
Inspirado en el movimiento de las máquinas de arar, Farnsworth imaginó un dispositivo con un tubo de vacío que "disecaba" (por asi decir) imágenes en líneas y las transmitía a un aparato capaz de reconstruirlas nuevamente. Entonces, a los 14 años, descubrió que los electrones podían capturar, transmitir y reproducir una figura en movimiento de forma clara.
En 1927, el inventor de solo 21 años finalizó el primer prototipo de un sistema de TV totalmente electrónico y funcional. El proyecto consistía en un tubo "disector de imagen" que convertía la imagen en una corriente, mientras que un "oscilador de imagen" – un tubo de rayos catódicos – actuaba como receptor y mostraba las imágenes capturadas.
Esta es solo una historia de tantas otras en las que podemos percibir un patrón que se repite: personas curiosas hacen preguntas a sí mismas o a otros, van tras las respuestas, imaginan la solución, la descubren y finalmente la ponen en práctica.
Un ejemplo clásico es el filósofo griego Tales de Mileto, que en 600 A.C., hizo un descubrimiento sorprendente al frotar ámbar en piel de cordero. Observó la atracción de pequeños objetos - un fenómeno que hoy reconocemos como electricidad estática.
Pero, ¿por qué tardamos más de 2600 años en entender completamente la electricidad? Simple: faltaron cuestionamientos. Nadie en la época de Tales prestó atención a este descubrimiento. Solo en 1600, el físico William Gilbert expandió los estudios de Tales, abriendo camino para el término 'electricidad', acuñado por Sir Thomas Browne en 1646 y más tarde en 15 de junio de 1752 el famoso experimento de la cometa de Benjamin Franklin.
Este es solo uno de innumerables ejemplos que destacan la importancia de cuestionar. Avanzamos, innovamos y descubrimos nuevos horizontes porque nos atrevemos a cuestionar, y no simplemente aceptamos el mundo tal como se nos presenta.
Cuando estamos creciendo
Cuando estamos creciendo es común tener una gran curiosidad y hacer preguntas sobre todo, como mirar al cielo y preguntar al padre: ¿Por qué el cielo es azul? ¿Cómo vuelan los pájaros?
Nacemos con curiosidad, ella nos impulsa a tomar un juguete y soltarlo y desde ahí nos damos cuenta de que todo lo que sube, cae. No fue necesario tener una clase de física, lo descubrimos por nosotros mismos, por no tener miedo de intentar y descubrir cosas nuevas en ese proceso.
Pero algo sucede durante el proceso de crecimiento que generalmente hace que nuestra curiosidad disminuya, entran en escena la vergüenza de intentar y fallar, el miedo de hablar incorrectamente y que alguien se ría de ti. Cosas que un niño generalmente no se preocupa en absoluto, pero conforme nos convertimos en adultos, adquirimos estas características, que si nos dominan, no son buenas.
La chispa del conocimiento
La curiosidad es la chispa que enciende la llama del conocimiento y de la innovación. Desde los primeros cuestionamientos de filósofos antiguos a las descubiertas científicas que moldean nuestro mundo moderno, es el deseo de preguntar '¿Por qué?' y '¿Cómo?' lo que nos impulsa hacia adelante.
Desafortunadamente, muchos de nosotros perdemos esa chispa de curiosidad a medida que crecemos, sofocados por miedos, dudas y normas sociales. Olvidamos que, como niños, era nuestra naturaleza cuestionar, explorar e imaginar. La curiosidad no conoce fronteras, no tiene edad y no se limita a géneros o profesiones. Es una invitación abierta a todos los que desean entender más profundamente el mundo a su alrededor.
Ahora, más que nunca, necesitamos redescubrir esta cualidad innata. En una era dominada por la información rápida y superficial, debemos reavivar nuestra curiosidad profunda. Es la clave para desbloquear las puertas del conocimiento, de la comprensión y de la empatía.
Haz preguntas, busca respuestas, no te conformes con lo superficial. Recuerda que cada gran descubrimiento comenzó con una simple pregunta. Y quién sabe, tu pregunta podría ser la próxima en cambiar el mundo.
Así como Benjamin Franklin con su cometa en medio de una tormenta, o Philo Farnsworth con sus primeros esbozos de un sistema de televisión, cada uno de nosotros tiene el potencial de descubrir algo nuevo y maravilloso, de impactar nuestra vida y la de otras personas - solo hace falta tener el coraje de preguntar.